El sheriff herrero by M. L. Estefanía

El sheriff herrero by M. L. Estefanía

autor:M. L. Estefanía [Estefanía, M. L.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras
editor: ePubLibre
publicado: 1968-10-15T00:00:00+00:00


CAPÍTULO VII

Myrna fue al espejo y se miró valientemente en él.

Se acercó todo lo posible para encontrar un parecido con aquella Myrna de antes del castigo.

No encontró el menor rastro.

Salió al exterior de la vivienda principal y los vaqueros que la vieron volvían la cabeza.

—¿Dónde está But? —preguntó.

—Debe andar por los pastos del sur. Prepara una manada.

—¿Por qué no decís lo que estáis pensando? Soy un monstruo ¿verdad?

—¡No! Estás desconocida. Eso sí.

—Me he mirado al espejo… Sé lo que soy.

—No tengo interés alguno, pero como sheriff entiendo que hay que cortar esos abusos.

—No existe el abuso. No insista. No le daré esa orden.

—Veo que ese local es el centro en que se dispone lo que ha de hacerse en Wichita.

—No debe interpretarlo así —objetó el juez.

Al marchar el de la placa, el juez envió recado a Chester.

Una vez informado de los deseos del sheriff, Chester buscó a este.

Sabía cuál era el local más visitado por él, porque el dueño era muy amigo suyo.

Allí estaba hablando con el propietario, al que daba cuenta de su fracaso con el juez.

—¿No puedes hacerlo por tu cuenta? ¡Eres el sheriff!

—No es posible.

—Ya veo que no os atrevéis nadie con la maldita Della, que se ha convertido en un ídolo. Y eso que ahora tiene una ramera que sirve comidas a los que dicen que son la mejor sociedad de Wichita.

Seguía hablando, cuando el dueño hizo señas al sheriff para que mirara.

Y se encontró con Chester, que iba hacia él.

—¡Hola, sheriff! ¿Quiere decir por qué ese afán en cerrar el saloon de Della?

—Se ha cometido una muerte y ya antes habían deformado a la misma persona en ese saloon.

—¿No le ha dicho el juez que no hay tal delito? Mary se defendió del ataque de Myrna. Esta iba dispuesta a matar. Para eso llevaba un revólver escondido en la blusa. ¿Es delito evitar que le maten a uno? Empezó muy bien, sheriff, y aunque no consiguió engañarme a mí, su actitud parecía normal… Pero ha ido perdiendo un poco la calma… ¿Quién le ha pedido que cierre ese saloon? ¿Este?

—No me metas a mí en esto, herrero —protestó el dueño—. Serán cosas del sheriff… Yo no soy autoridad.

—¿Quién tiene ese interés entonces?

—Nadie tiene interés. Me agrada cumplir con mi deber.

Chester reía a carcajadas.

—¡Tu deber! Vamos, Niven… ¡Tu deber…!

El sheriff palideció.

—No me llamo Niven —gritó.

—¡Está bien, Niven! No grites tanto. ¿Sabes que hay en esta ciudad un personaje que ha de ser amigo, a juzgar por el cargo que ostenta y para el que fue reelegido? Tú le ayudaste una temporada como comisario. Me refiero al sheriff de San Angelo, Texas…

Desapareció todo el color del rostro del sheriff.

—Te ha visto pasar y está seguro de que eres tú… No tardará en entrar.

—No sé nada de ese pueblo.

—Le ha sorprendido verte con esa placa… Porque hace tiempo que tienen la cuerda preparada para que seas colgado por asesinato. Ha sido una fatalidad para ti que Barden tenga familia aquí ¿verdad? De no haber venido, no te hubieran descubierto.



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